7 jul 2010

Congojas del estío 2- Obuaro 182

El Golpe

El mundo se mecía, aparecía y desaparecía a mi alrededor. O quizá era mi cabeza que iba y venía con ritmo cadencioso hacia la temida decrepitud. La lámpara se clavó en el suelo. La cabeza buscaba aterrizar en el techo, entre los cristales de la lámpara, que parpadeaban engañando la oscuridad. Mis ojos cerrados veían luces en una calurosa y negra noche de verano. Yo que siempre había querido tener el mundo a mis pies y me encontraba de pronto a los suyos. Aparecieron las náuseas, el asco, el mareo, la impotencia... .Cuando iba ya a presentar mis respetos al vencedor pidiendo clemencia una vía cogida en el antebrazo favoreció la entrada de un líquido reparador que hizo desaparecer el profundo malestar, la presencia de una inmensa sombra y la sensación de estar fuera.

Me dicen que fueron simplemente los efectos del fuerte golpe en la cabeza los que me pusieron a merced del mundo. Una conmoción sin más. Todavía siento el dolor del golpe en mi rostro, y veo venir, si cierro los ojos, esa enorme sombra, y recuerdo con extraña claridad sus devastadores efectos, su arrastre hacia la inmensa oscuridad...en lo que estuvo a punto de ser una rendición sin condiciones.

Sé que esto que cuento fue verdad y no una pesadilla producto del agotador y caluroso estío por los puntos de sutura que ahora marcan mi rostro. Por las manchas que ha dejado la sangre que cayó tibiamente por mi sien en mi camisa preferida. El mundo se mecía a mi alrededor, aparecía y desaparecía...con esa cadencia.

@arteche

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